viernes, 20 de septiembre de 2019

Los Samosely: Las personas que se quedaron en Chernóbil


Después del accidente nuclear de 1986 en Chernóbil todas las zonas cercanas quedaron prácticamente inhabitables. Unas 116 mil personas fueron llevadas a centros de refugiados y unas 20 mil personas murieron en los días siguientes. La URSS delimitó una zona de exclusión de aproximadamente unos 2600 kilómetros cuadrados alrededor del lugar del desastre. la llamada “zona de alienación”  o “zona de la muerte”  incluye las partes más septentrionales del Óblast de Kiev y del Óblast de Zhytomyr de Ucrania, junto a la frontera con Bielorrusia. La principal razón de la delimitación de este territorio fue la de evacuar a las personas que ahí residían para evitar su contaminación radioactiva ya que existen puntos con contaminación extremadamente alta  que fueron creados no sólo por el viento que transportó polvo radiactivo en el momento del accidente, sino también por materiales de uso cotidiano en la zona. Si te dijeran que existe alta radiación nuclear  en la zona donde vives o en tu casa y que esto podría provocarte desde mutaciones, tumores, cáncer y hasta muerte inmediata por intoxicación, no pensarías mucho para evacuar. Pero existieron personas en las zonas aledañas a Chernóbil que se negaron a evacuar la zona pues se sentían demasiado arraigados a su hogar.

A las personas que se negaron a abandonar la zona de exclusión se les conoce como “Samosely” que en español quiere decir los autocolonos.  Los Samosely tienen un perfil demográfico muy bien definido; la mayoría eran adultos mayores que se negaban a abandonar sus hogares en los que habían estado toda su vida. Otros fueron adultos que no quisieron abandonar a sus padres o sus tierras. Se calcula que en 1986 fueron alrededor de 1200 personas, en 1999 ya quedaban alrededor de 612, en 2007 de 328, en 2009 de 271 y actualmente se calculan unos 150 habitantes con una edad promedio de 63 años.  Pero la historia de los Samosely es una historia de entereza que refleja comportamientos de la naturaleza humana.

Históricamente desde los inicios de la URSS, el área de Chernóbil y sus zonas aledañas eran zonas de pobreza que resistieron a las difíciles condiciones de vida. Luego del desastre nuclear,  los habitantes regresaron a sus tierras en la zona de exclusión porque  que  escapaban de la de la miseria que representaba vivir en una ciudad como Kiev en los años del comunismo. La mayoría de las personas regresaban a sus tierras para sembrar su propio alimento y no morir de hambre. Hacían un recorrido de unos 130 km desde Kiev sin ningún apoyo del gobierno. Las personas que regresaron fueron terriblemente discriminadas por los apartos gubernamentales de la época ya que se pensaba estaban contaminados por la radiación. Llegaron hasta llamarles “cerdos”.

Conocida ahora como la ciudad fantasma, Chernóbil y sus sitios cercanos no han sido regularizados por el gobierno ucraniano. No participan en los censos poblacionales y no disfrutan de subvenciones gubernamentales pues se consideran territorios ocupados ilegalmente. En 2015 el documental Babushkas of Chernobyl (Abuelas de Chernobyl), dirigido por Holly Morris y Anne Bogart, explora las razones de las personas mayores, en especial las mujeres, por seguir viviendo en la zona contaminada. Las personas preferían regresar a su ciudad y morir lentamente a pesar de las restricciones de tocar o comer cualquier fruto que ahí creciera a morir de hambre a vivir una profunda discriminación en la ciudad de Kiev. La mayoría de los adultos mayores son mujeres debido a que los hombres murieron más rápido. La mujeres pregonan en el inquietante documental: "La radiación no me da miedo, lo que me da miedo es el hambre" . Pero tal vez la parte más profunda del documental es cuando una de las mujeres de nombre Valentina sentencia: “Cada uno vive donde su alma quiere vivir”. Nada más cierto.

A veces nos es demasiado difícil dejar las cosas atrás, nos arraigamos tanto a lugares o personas que creemos que nunca podríamos abandonarlos. Los Samosely estaban tan arraigados a su tierra, a su hogar, a su manera de vivir que prefirieron volver a morir ahí antes que vivir en otro lugar. Esa es parte de nuestra naturaleza humana, una gran metáfora. A veces, ilógicamente preferimos estar en un lugar o con una persona y morir por dentro que alejarnos y vivir. En especial porque creemos que lejos de ese lugar o esa persona no habrá más. A veces elegimos la muerte por encima de la vida sin saberlo. Y eso es un sentimiento inexplicable, sólo lo hacemos. Ojalá pudiéramos librarnos de eso y vivir pero como decía Benedetti, uno siempre va estar donde el corazón esté, sea una tierra, un hogar o una persona. Estaremos ahí por siempre, muriendo lentamente.

miércoles, 18 de septiembre de 2019

Sobre "It" y la eterna lucha del bien y el mal


Después de una segunda entrega que nos dejó con un buen sabor de boca, It es uno de los temas de moda por su contenido terrorífico. Con grandes actuaciones, un buen guion y un script impecable, It capítulo 2 nos recordó porqué le temíamos a los payasos de niños . Si ya viste It seguro que has curioseado en artículos y vídeos sobre  datos de la película y la novela. Seguro sabes que It es una criatura surgida de un lugar llamado “el macrocosmos”, lugar común de la ficción de Stephen King, y que aterrizó hace millones de años en nuestro mundo en un lugar que a la postre sería el pueblo de Derry, en uno de los universos vomitados por Maturin, la tortuga, su opuesto natural. Autonombrado “el devorador de mundos”, It hibernó al no poderse alimentar de los animales y esperó a que la humanidad, único animal con miedos irracionales, llegara a Derry. Ahí aprendió de ellos e ideó formas de asustarlos para devorarlos en un festín de miedo y carne, adoptando un ciclo de 27 años para alimentarse. Su ciclo de muerte termina cuando el Club de los Perdedores lo enfrentan en un duelo de voluntades matándolo definitivamente. En ese duelo muestra su forma final, o algo parecido ya que al venir del macrocosmos su forma original no puede ser entendida por el ser humano. Precisamente ese es uno de los reclamos de los espectadores tanto en estas nuevas entregas  -una araña con cara de payaso- y la miniserie de los 90’s -como una especie de cucaracharaña-. La forma final de It y su enfrentamiento final para muchos es decepcionante pero es que es casi imposible adaptar los conceptos de la novela con respecto al macrocosmos de Stephen King.

Y es que reducir la novela de It a una película de un payaso asesino que se come a los niños es quedarse corto en la descripción de una de las grandes novelas americana de terror del siglo pasado. It es una novela que habla del miedo hacía lo desconocido que representa el mundo en la transición niño a adulto y al dolor que representa crecer. Si, querido espectador, en esta vida no hay nada más doloroso que crecer. La novela plantea varios temas de índole social, cultural y sexual que son comunes en el proceso de desarrollo de todo niño hasta convertirse en adolescente. It es una fuerza desconocida para los niños que acecha en todo momento haciéndose pasar por sus miedos para poder devorarlos, pues no sólo se alimenta con su carne sino con su mente también. Pero haciendo una deconstrucción de lo que significa ese miedo desconocido para los niños no es otro que el miedo a crecer. Los niños tienen que mantenerse unidos para vencer a esa fuerza maligna durante un verano en el que empiezan a descubrir que están creciendo y que las cosas tanto en su cuerpo como lo que les rodea empieza a cambiar y ellos se niegan a que pase. Descubren su sexualidad, empiezan a tener sentimientos como amor, a tener discusiones y a pelear entre ellos

Al final en un sentido muy amplio, It representa al mundo. Si, amigo lector, el mundo es monstruo despiadado del que si te descuidas por un momento no dudará en devorarte vivo. Al final del primer enfrentamiento contra It, todos hacen la promesa de regresar si el monstruo vuelve a atacar. Sellan su promesa con una especie de orgía-descubrimiento con Beverly que representa su entrada definitiva y sin vuelta atrás a la adolescencia. Pero It gana durante muchos años porque al final todos excepto Mike se van del pueblo y son devorados por el mundo que los lleva a olvidarse de su niñez y todo lo que vivieron en Derry. Eso es lo que nos hace el mundo; hace que en pos de lo que se cataloga como éxito profesional y económico nos olvidemos de lo que fuimos y en donde estuvimos. Pero nuestro inconsciente todo el tiempo nos lo recuerda en nuestros actos y desiciones. En la novela Bill es un afamado escritor que no encuentra otra forma de sacar el trauma de la muerte de George aunque no lo recuerde. Beverly es una exitosa diseñadora de modas que vive sometida a un esposo violento que es idéntico a su padre aunque tampoco lo recuerde. Ben es un exitoso y guapo arquitecto que a pesar de tenerlo todo vive en la completa soledad sin poder congeniar con nadie como en su infancia pues siempre será el chico nuevo. Así sucesivamente todos tienen éxito a costa de olvidar quienes eran aunque subconsciente esté presente en todas sus diligencias. Por otro lado, Mike, el único del club de los perdedores que se queda en Derry representa esa pequeña chispa que vive a veces muy dentro de nosotros y que nos recuerda en algún momento quienes éramos y de dónde veníamos.

Mike es el encargado de hablar a todos para recordarles su promesa. Entonces todos empiezan a recordar lo que vivieron en Derry y todo el miedo que tenían de separarse y flotar en el mundo. Cuando somos niños y tenemos un grupo de amigos quisiéramos siempre estar con ellos, hablamos de planes a futuro y hacemos promesas de nunca separarnos. Pero la vida se encarga de enseñarnos que rara vez es así, que el proceso de crecer significa dejar cosas atrás por muy doloroso que sea. La vida nos va poniendo en caminos diferentes y trazando destinos separados. Cuando los protagonistas regresan a Derry viajan al interior de su mente y sus recuerdos. Comienzan a encontrar lugares conocidos y caras familiares, y eso les hace recordar que la promesa que tenían de derrotar al mal que acecha en el pueblo es más real que nunca. A pesar del miedo que tienen de volverse a enfrentar a It y a pesar de la opción que tienen de marcharse y dejar todo atrás nuevamente, deciden enfrentarlo  para liberar al pueblo de ese maleficio porque lo consideran correcto, . Es una analogía de cuando nos damos cuenta que a veces hemos enterrado recuerdos dolorosos que en algún momento nos afectarán y tenemos que viajar muy profundo dentro de nosotros para enfrentarlos y evitar que nos sigan dando molestando.

En la lucha final, el Ritual de Chüd se vuelve imprescindible pues es la lucha final que tiene el ser humano al crecer. Cuando somos niños creemos en todo, más que nada en la fantasía con suma inocencia. Luego crecemos y el mundo nos amolda para creer sólo en lo que podemos ver, oír o tocar. El mundo nos hace creer únicamente en lo que está permitido creer y olvidamos todo en lo que creíamos podríamos ser capaces de hacer cuando éramos niños. Pero por sobre todo, nos hace olvidarnos de los valores, a veces tan inocentes que teníamos cuando éramos niños. It es una novela sobre la eterna lucha del bien y el mal en el ser humano porque es la lucha del miedo contra la inocencia. El Ritual de Chüd representa la batalla dentro de nosotros entre nuestra parte bondadosa de nuestra parte oscura. Esa parte oscura donde se alojan los miedos, el dolor, los fracasos, las conductas poco éticas y por otro lado, el lado inocente donde se alojan nuestras creencias, nuestra fé, y nuestros valores positivos. La batalla de las voluntades contra It representa que en todo momento, desde que somos niños hasta que somos viejos está presente esa lucha interna y que depende siempre de nosotros que parte es mayor.

Cuando al fin los perdedores vencen a It no representa en sí que ellos han vencido al mal en su interior por siempre. Representa que han domado a esa parte oscura, que saben que siempre estará ahí dentro de ellos pero que ya no puede molestarles. Han domado al miedo, y esa es la analogía perfecta de la novela. Siempre tendremos esos sentimientos indeseables como el miedo, el odio y el resentimiento en nosotros dentro de nuestra parte oscura, pero luchar con voluntad contra ellos no significa eliminarlos, significa entender que es parte de nosotros, de nuestro pasado, que siempre estarán ahí pero que no pueden lastimarnos porque nosotros decidimos que hacer con ellos. Los protagonistas de It tenían la oportunidad de marcharse y volver a enterrar muy profundo en su mente esos sentimientos, pero eligen enfrentarlos porque algún día podría matarlos. Todos deberíamos enfrentar nuestros miedos en vez de enterrarlos porque si lo hacemos, en algún momento saldrán de su fosa y volverán a dominarnos. Cuando se van, después de enfrentar sus miedos, después de comprender que han crecido, los perdedores cambian sus vidas y comienzan a hacer lo que les gusta sin volver a tener que olvidar quienes fueron y a qué temieron. Así como deberíamos hacer todos en algún momento de nuestra vida.

De la escritura como terapia



La escritura tiene un poder que muchos desconocen a pesar de ser una actividad común y cotidiana. El ejercicio de escribir que puede revelarnos un mensaje inconsciente que muchas veces no puede salir por medio de los actos o las palabras. Si reflexionamos un poco, el lenguaje es tal vez, el más grande y complejo invento de la humanidad. Y es que imagínate cuántos cientos o miles de años le tomó a la humanidad desarrollar conceptos en torno a cosas tan sencillas como herramientas o en cosas tan complejas como sentimientos, deseos o metafísica que no se pueden explicar sino mediante el uso de sonidos, signos y caracteres que a la postre se convertirían en un lenguaje de uso común a las sociedades para su entendimiento mutuo. Con el tiempo la humanidad evoluciono y a su lado el lenguaje y la forma de comunicarse. Se incluyeron más y más conceptos cada vez más complejos que pueden expresar cosas tan amplias e inteligibles como el amor, el dolor, el sufrimiento, la alegría y la tristeza. Luego hubo siglos en los que la humanidad no conoció otro medio de comunicación que no fuera la escritura para divulgar el conocimiento, la religión, la ciencia y la filosofía. Domamos el lenguaje y lo hicimos único; a nuestra imagen y semejanza. Lo hicimos bello con la poesía, lo hicimos alegre con la música y lo hicimos integrante con los cuentos y las novelas. También con el tiempo descubrimos que puede ayudarnos a otros aspectos de nuestra vida ya sea como herramienta de trabajo o como uso terapéutico. Desde hace muchas décadas en psicología la escritura ha sido tomada en cuenta como una actividad terapéutica capaz de ayudarnos a desarrollar procesos cognitivos, de aprendizaje y hasta de sanación de heridas emocionales. Claro ejemplo son las actividades que psicólogos recomiendan en terapias conductuales-cognitivas como escribir un diario, redactar metas, anhelos, defectos, virtudes y miedos en pos de conocernos nosotros  mismos.

Pero, alguna vez te has preguntado ¿qué le pasa a tu mente cuando escribes?  A diferencia del lenguaje oral que puede divagar entre el pensamiento y las palabras, la escritura nos obliga a ser más precisos y concisos, es decir, a evitar llevar pensamientos sin rumbo para conectarlos de manera cuerda a fin de expresar una idea concreta. Escribir conlleva la identificación de pensamientos lógicos, pero también de sensaciones y de emociones que percibes sobre ti mismo, sobre el mundo y sobre los otros. Aunado a esto, la escritura conlleva una gran dosis de creatividad. Desarrollar la creatividad estimula de manera positiva el cerebro y le hace liberar sustancias como la serotonina que nos ayuda a estar emocionalmente sanos cada día.

¿Recuerdas cuando le escribías una carta de amor a alguien? Identificabas que había una inspiración dentro de ti que venía de todos tus recuerdos como películas, canciones y libros que estaban en tu cabeza. Imagínate en los siglos pasados cómo las personas se comunicaban la mayor parte de tiempo mediante cartas, escritos y memorandos en los que tenían que hacer gala de habilidades sintéticas, de redacción y de emociones para escribir lo más resumido posible y que los demás entendieran el mensaje claramente.  Pero esos tiempos han quedado muy atrás. Hoy en día con las redes sociales y las aplicaciones de mensajería instantánea el uso del lenguaje se ha reducido y con ello, la creatividad para escribir. Cuando escribimos mediante esos mecanismos solemos usar un lenguaje corto que ronda alrededor de las 300 palabras en promedio de un lenguaje que tiene más de 88,000 palabras. Esa es la exigencia de un mundo moderno en donde hablamos con todos pero sólo nos comunicamos con algunos cuantos, incluso a veces con nadie. Escribir mediante mensajería instantánea nos reduce el pensamiento a mecanicismos de conciencia lógica para decir algo breve y sin fondo con el fin de que la otra persona se capaz de comprenderlo de la misma manera, es decir, sin creatividad. Contrario a eso, escribir una carta, un poema, un cuento o algún escrito creativo nos lleva a esforzar nuestra mente y nuestra creatividad y de igual manera lleva al receptor del mensaje a esforzar su mente para comprender realmente el mensaje y lo que hay de fondo en él.

En medio de la vorágine que representa el mundo posmoderno hoy en día, el dedicar un par de minutos  al día o a la semana para escribir nos ayudará a tener mejores procesos mentales y emocionales. Por ejemplo, escribir sobre nosotros mismos y sobre los que nos rodean desde un punto neutral nos facilitará la expresión y la comprensión emocional, nos ayudará a descubrir conflictos internos en relación a nuestra conducta y potenciará nuestro autoconocimiento y puede desahogarnos en una crisis emocional. Escribir creativamente por otro lado, nos ayudará a mejorar procesos cognitivos como memoria, habilidades lógicas y lingüísticas y nos ayudará a comprender mejor el mundo y las dinámicas que vivimos diariamente desde una perspectiva individual.  

A veces hay cosas tan dolorosas dentro de ti mismo que no se las puedes contar a nadie o que crees que nadie comprenderá. Pero no quiere decir que no tengas espacio para expresarlo. Puedes tomar 20 minutos al día para escribir sobre cómo te sientes y verás que puedes empezar a comprender mejor lo que te está pasando y por consecuencia a sanar. Escribir te ayudará a darle un sentido a la vida cuando crees que no lo tiene. Cuando escribas intenta construir una narrativa que conecte con otros aspectos de tu vida. Intenta ir hacia atrás como si fueras una novela escrita en forma de serpiente que se muerde la cola para que comprendas que fue lo que pasó para que llegaras a ese punto. No temas equivocarte y después reestructurar y reescribir lo que escribes mediante un inicio, un desarrollo y un final, como si fuese verdaderamente una historia; tú historia. Escribe y ya, y al escribir conéctate contigo mismo.

Y después de leer esto, ¿te animas a escribir?

Yo, maldito



Dormí bajo la lluvia

en el rincón de una banca

del parque más lejano

absorto por la inmundicia

de las mentiras diáfanas

resistiendo las despiadadas lecciones

que siempre regala la vida

y entre el humo de las fabricas

a los ojos de la luna

recorrí uno a uno

todos los arrabales infectos

buscando sediento consejo

para lacrar hondas heridas

de mi corazón emancipado

jardín de las flores del mal

que adornan mi cabeza

llena de odio, a veces vergüenza

resonando los regaños de papá

cuyo nombre ya no recuerdo

por las promesas que se han diluido

como agua por la coladera

de mi alma ahora vacía

que vaga con amor desdeñado

tirado al frío vacío

donde la muerte es la única enamorada

endulzando mi oído

a las palabras condenadas:

¡eres un maldito!

un fugaz proscrito

naufrago de los sueños

desterrado al insondable pozo

donde el sol nunca se asoma

cuerpo desnudo

ecos sin respuesta

ese limbo perverso

que tiene a la soledad

por señera compañía

que se ríe al oír la broma

en que se ha convertido

mi andar desolado

que me hunde, intenta ahogarme

sin que nadie escuche

pero si Dante cruzó

el tormentoso averno

por su Beatriz amada

y si Fausto se volvió

sabio después de engañar

al diablo en figura

así yo también he de cruzar

este infierno con agallas

para engañar a mi mente oscura

y escalar paso a paso

este foso de la demencia

en busca de la luz ansiada

y recordar por siempre este viaje

como si soló hubieran sido

las lágrimas de un mal día.