La escritura tiene un
poder que muchos desconocen a pesar de ser una actividad común y cotidiana. El ejercicio de escribir que puede
revelarnos un mensaje inconsciente que muchas veces no puede salir por medio de
los actos o las palabras. Si reflexionamos un poco, el lenguaje es tal vez, el
más grande y complejo invento de la humanidad. Y es que imagínate cuántos cientos o
miles de años le tomó a la humanidad desarrollar conceptos en torno a cosas tan
sencillas como herramientas o en cosas tan complejas como sentimientos, deseos
o metafísica que no se pueden explicar sino mediante el uso de
sonidos, signos y caracteres que a la postre se convertirían en un lenguaje de
uso común a las sociedades para su entendimiento mutuo. Con el tiempo la humanidad evoluciono y a su lado el lenguaje y la forma de comunicarse. Se incluyeron más y más
conceptos cada vez más complejos que pueden expresar cosas tan amplias e
inteligibles como el amor, el dolor, el sufrimiento, la alegría y la tristeza.
Luego hubo siglos en los que la humanidad no conoció otro medio de comunicación
que no fuera la escritura para divulgar el conocimiento, la religión, la
ciencia y la filosofía. Domamos el lenguaje y lo hicimos único; a nuestra
imagen y semejanza. Lo hicimos bello con la poesía, lo hicimos alegre con la
música y lo hicimos integrante con los cuentos y las novelas. También con el
tiempo descubrimos que puede ayudarnos a otros aspectos de nuestra vida ya sea
como herramienta de trabajo o como uso terapéutico. Desde hace muchas décadas
en psicología la escritura ha sido tomada en cuenta como una actividad
terapéutica capaz de ayudarnos a desarrollar procesos cognitivos, de
aprendizaje y hasta de sanación de heridas emocionales. Claro ejemplo son las
actividades que psicólogos recomiendan en terapias conductuales-cognitivas como
escribir un diario, redactar metas, anhelos, defectos, virtudes y miedos en pos
de conocernos nosotros mismos.
Pero, alguna vez te has
preguntado ¿qué le pasa a tu mente cuando escribes? A diferencia del lenguaje oral que puede
divagar entre el pensamiento y las palabras, la escritura nos obliga a ser más
precisos y concisos, es decir, a evitar llevar pensamientos sin rumbo para conectarlos
de manera cuerda a fin de expresar una idea concreta. Escribir conlleva la
identificación de pensamientos lógicos, pero también de sensaciones y de emociones que
percibes sobre ti mismo, sobre el mundo y sobre los otros. Aunado a esto, la escritura
conlleva una gran dosis de creatividad. Desarrollar la creatividad estimula de
manera positiva el cerebro y le hace liberar sustancias como la serotonina que nos
ayuda a estar emocionalmente sanos cada día.
¿Recuerdas cuando le escribías
una carta de amor a alguien? Identificabas que había una inspiración dentro de
ti que venía de todos tus recuerdos como películas, canciones y libros que
estaban en tu cabeza. Imagínate en los siglos pasados cómo las personas se
comunicaban la mayor parte de tiempo mediante cartas, escritos y memorandos en
los que tenían que hacer gala de habilidades sintéticas, de redacción y de
emociones para escribir lo más resumido posible y que los demás entendieran el
mensaje claramente. Pero esos tiempos
han quedado muy atrás. Hoy en día con las redes sociales y las aplicaciones de
mensajería instantánea el uso del lenguaje se ha reducido y con ello, la
creatividad para escribir. Cuando escribimos mediante esos mecanismos solemos
usar un lenguaje corto que ronda alrededor de las 300 palabras en promedio de
un lenguaje que tiene más de 88,000 palabras. Esa es la exigencia de un mundo
moderno en donde hablamos con todos pero sólo nos comunicamos con algunos
cuantos, incluso a veces con nadie. Escribir mediante mensajería instantánea nos
reduce el pensamiento a mecanicismos de conciencia lógica para decir algo breve
y sin fondo con el fin de que la otra persona se capaz de comprenderlo de la
misma manera, es decir, sin creatividad. Contrario a eso, escribir una carta,
un poema, un cuento o algún escrito creativo nos lleva a esforzar nuestra mente
y nuestra creatividad y de igual manera lleva al receptor del mensaje a esforzar
su mente para comprender realmente el mensaje y lo que hay de fondo en él.
En medio de la vorágine
que representa el mundo posmoderno hoy en día, el dedicar un par de minutos al día o a la semana para escribir nos ayudará a tener mejores
procesos mentales y emocionales. Por ejemplo, escribir sobre nosotros mismos y
sobre los que nos rodean desde un punto neutral nos facilitará la expresión y
la comprensión emocional, nos ayudará a descubrir conflictos internos en
relación a nuestra conducta y potenciará nuestro autoconocimiento y puede desahogarnos
en una crisis emocional. Escribir creativamente por otro lado, nos ayudará a
mejorar procesos cognitivos como memoria, habilidades lógicas y lingüísticas y
nos ayudará a comprender mejor el mundo y las dinámicas que vivimos diariamente
desde una perspectiva individual.
A veces hay cosas tan
dolorosas dentro de ti mismo que no se las puedes contar a nadie o que crees que
nadie comprenderá. Pero no quiere decir que no tengas espacio para expresarlo. Puedes
tomar 20 minutos al día para escribir sobre cómo te sientes y verás que puedes
empezar a comprender mejor lo que te está pasando y por consecuencia a sanar.
Escribir te ayudará a darle un sentido a la vida cuando crees que no lo tiene. Cuando
escribas intenta construir una narrativa que conecte con otros aspectos de tu
vida. Intenta ir hacia atrás como si fueras una novela escrita en forma de
serpiente que se muerde la cola para que comprendas que fue lo que pasó para
que llegaras a ese punto. No temas equivocarte y después reestructurar y
reescribir lo que escribes mediante un inicio, un desarrollo y un final, como
si fuese verdaderamente una historia; tú historia. Escribe y ya, y al escribir
conéctate contigo mismo.
Y después de leer esto,
¿te animas a escribir?
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