No se sabe a ciencia cierta si Flaubert fue el fundador no
oficial de la corriente de los poetas malditos en la Francia del siglo XIX, lo
que sí sabemos es que revitalizó a la literatura de ese siglo en el que reinaba
el reflujo del romanticismo, sobre todo en los temas que exploró como en la estética
de su prosa, como diría Kundera: “Flaubert hizo que la prosa perdiera el
estigma de inferioridad estética”. Incluso su obra más famosa dio nombre a un trastorno
psicológico llamado Bovarismo cuya principal
característica es que las personas que idealizan el amor, se desilusionan al
poco tiempo de iniciar una relación amorosa.
Gustave Flaubert nació en diciembre de 1821 en Ruán, en el
mismo sombrío edificio del hospital de la ciudad en el que su padre fue
cirujano en jefe. De sus hermanos sólo sobrevivirán dos; el mayor, Achille, el
más formal de la familia, también
cirujano y sustituto a su padre en su puesto del hospital. Su otra hermana fue
Carolin nacida tres años después que Gustave, la que será su inseparable, su
amiga y confidente. Su madre Caroline Fleuriot, fue otro de los grandes amores
de Flaubert, prototipo del artista solterón, mimado y a veces tiranizado por el
cariño maternal. Su niñez no tuvo gran historia. Varios años de duro internado
en el Colegio de Ruán, despertándose a las cinco de la madrugada a toque de
tambor, lecturas apasionadas del Quijote, vacaciones con la familia en
Pontl'Evéque y Trouville. En la playa de Trouville, a los 15 años encontró sú
gran pasión de adolescente, el amor imposible por Madame Schlesinger, once años
mayor que él, que será la Madame Arnoux de su obra La educación sentimental. De sus diferentes decepciones amorosas, Flaubert se va tornando en un romántico
reprimido, dominado. Mientras, se gradúa de bachiller, emprende un viaje por los
Pirineos y Córcega, y a los 20 años se
instala en París par a estudiar Derecho.
En realidad Flaubert nunca quiso ser abogado, Flaubert
comienza a escribir novelas al tiempo que continúa profundamente enamorado de
Madame Schlesinger. También comienza a tener otras aventuras amorosas que
plasma en obras como Noviembre. Sin
embargo, el gran viajero y aventurero comienza a sufrir ataques epilépticos a
la edad de 23 años. Este hecho es importante debido a que sin conocimientos de
la época de sobrellevar la enfermedad, Falubert renuncia a la carrera de
derecho, a todos sus proyectos y se recluye en Croisset para dedicarse
exclusivamente a la literatura. Por esos años sufre varias pérdidas familiares,
entre ellas a su padre y en el mismo año su hermana Caroline al dar a luz a su
hija del mismo nombre. Algunos romances tormentosos posteriores y fuertes
depresiones llevarían a Flaubert a continuar viajando por el mundo y a
experimentar con la literatura en obras tan complejas como La Tentación de San Antonio.
De regreso en París otra vez es testigo de un gran cambio
político, el golpe de Estado de Luis Napoleón. En esa transición política
comienza a escribir otra novela: Madame Bovary, a la que consagra todo su
interés, con breves paréntesis amorosos que dedica a Louise Colet, con quien
vuelve a verse hasta que, cuando ella trata de introducirse en el santuario
artístico de Croisset, se produce la ruptura definitiva. En Croisset, donde
vive con su madre y su sobrina, trabaja como un forzado en Madame Bovary, que
termina en 1856.
Madame Bovary es
un admirable estudio de la grisura burguesa en el que el antiguo romántico
parece corregir sus sueños insensatos de años atrás; más aún, castigarse por
ellos, eliminando sin piedad todo lo que personal y estéticamente le parece
superfluo y engañoso. Desciende de las alturas de lo sublime hasta la vulgaridad,
se recrea en ella, la trabaja como un orfebre y nos cuenta esa historia
desolada y ácida de la adúltera soñadora ante un horizonte que no admite
salvación. Con esta obra, Flaubert llega a la cumbre del realismo literario,
crudo, frío y gris pero tremendamente necesario para el cambio en la literatura
de su tiempo.
Emma es el arquetipo de la dama ilusionada en el amor; lectora
voraz de novelas románticas, ha incubado muchas ilusiones respecto del
matrimonio y de la vida, de la que espera aventuras apasionadas y galantes.
Ilusionada, la joven contrae matrimonio con Charles Bovary, médico de
profesión. Lo que le espera no es una aventura romántica sino un duro golpe de
realidad. Convertida en Madame Bovary, Emma se encuentra con un marido fiel,
pero ausente, puritano, sin carácter y sin ambiciones. Ignorada y aburrida, cae
enferma y su marido decide llevarla a un poblado llamado Yonville, donde dará a
luz a su hija Berthe. El farmacéutico del pueblo, el señor Homier, alimenta las
ambiciones de Emma para sacar provecho económico y político de su relación con
el doctor Bovary. Emma presiona a su marido para asumir riesgos médicos que le
traigan fama, mientras compra compulsivamente artículos de lujo al señor L’heureux,
un vendedor que la sumerge en un mar de deudas impagables.
Para escapar de ese mundo, Emma sostendrá una aventura con
un don juan llamado Rodolphe Boulanger, pero este la deja plantada el día de la
fuga. Madame Bovary cae enferma nuevamente. Para animarla, su ingenuo marido
consiente en que asista a clases de piano en Rouen, sin advertir que su propósito
era envolverse románticamente con Léon Dupuis, un joven a quien había conocido
en Yonville tiempo atrás. Su mundo se desmorona cuando recibe una orden de
embargo y desalojo, y no encuentra ayuda financiera ni en Léon ni en Rodolphe,
su antiguo amante. Desesperada, decide suicidarse con arsénico de la botica del
señor Homier. Charles, arruinado y desengañado, acaba por morir. La niña Berthe
queda al cuidado de una tía y al crecer tendrá por destino trabajar en una
fábrica de hilos de algodón.
Conforme avanza la novela hay un cambio enfático en el
personaje de Emma quién de soñar con el amor romántico ahora desprecia la
institución del matrimonio y de la familia, y huye intentando entrar en el
mundo de las aventuras, no porque se le haya llenado la cabeza de ideas locas,
sino porque es consciente de que ese mundo es real y tangible para todos
aquellos que hayan nacido con el hombres. Rompe las barreras de su femineidad:
no es una doncella que busca ser rescatada por un amante, sino que ella misma
sale y los busca a ellos, para que le entreguen todo lo que le falta en su
aburrida vida de ama de casa.
A menudo se dice en el habitáculo literario que a Flaubert
le dolía escribir. El pináculo del dolor del escritor radicaba en trabajar
contra sí mismo y de su forma de escribir apegada al estilo estético, narrativo
y ético de su época. Lo hizo en contra de una esencia arraigada en su lírica
que no le permitía alejarse de las antípodas de la dialéctica del romanticismo
francés en cuyos brotes estilísticos sucumbían los temas de la condición humana
frente a las pasiones desbordadas. A partir de su desilusión literaria frente a
la crítica, la concepción de Madame Bovary habría cambiar en Flaubert la forma
en que se vislumbraban las preocupaciones de lo humano en decadencia por encima
de las banalidades de la ideología burguesa y su fe material en el progreso
técnico-capitalista. Como en Balzac pulula la nimiedad de las relaciones e
ilusiones humanas, en Flaubert pululan los infames retratos de la calle; los
discursos de la condición económica y social con un pesimismo exacerbado que se
fundamenta en la relación humana ilusión-fracaso como centro de gravedad de su
nueva narrativa.
Debido a sus constantes ataques a la moral de su época, Flaubert por Madame Bovary y Charles Baudelaire (otro
escritor maldito del que hablaremos en otra ocasión) por Las flores del mal fueron llevados a juicio en 1857 con cargos de “ofensas
a la nueva moral”. En reaalidad por la vulneraron y revitalizaron la moral de
su época cometiendo un acto atroz en contra de los conservadores y por ello
fueron llevados a juicio con tan sólo siete meses de diferencia. Ante el abogado imperial Ernest Pinard ambos
escucharon los cargos que se les imputaban que iban desde ofensas a la moral
pública y religiosa hasta profanar lo sagrado dentro un orbe casi pagano lleno
de discursos lascivos y poéticas carnales. Flaubert ganó su juicio al alegar a
través de Senard la estética de la escritura y lo cortedad de los pasajes
ilustrativos. Baudelaire con Chaix D´est Ange perdió irremediablemente contra
lapidarias acusaciones de precisión ofensiva y burda.
La novela (y la carrera de Flaubert) logra salir avante del
juicio gracias a la prodigiosa defensa de Senard con alegatos propios de la
represión de la época. Senard dice al juez que Emma Bovary es una mala lectora,
se alimenta de ideas absurdas por la literatura romántica y genera su propia
destrucción. Es una novela para adoctrinar a las señoritas en el buen juicio:
con el comportamiento adecuado, y siendo juiciosa con el dinero, las mujeres no
deberían ver el mismo destino de muerte, aplastada por las numerosas deudas que
Emma acumula. La tesis del alegato es que la novela persuade a las señoritas
que si siguen los pasos de Madame Bovary terminará en la ruina como ella. El
juez acepta y Flaubert es salvado.
El juicio fue una victoria en contra de la moral de la
época; Flaubert y Madame Bovary sólo alimentaron la exploración de una nueva
literatura realista basada en la condición humana y el deseo y los problemas
que surgen del enfrentamiento entre un sistema moral y la necesidad de libertad
como seres humanos. Emma se embarca en una lucha por la conquista de los
placeres terrenales. No es una figura arquetípica de un héroe que arrastra
consigo un destino colectivo, que acumula todos los valores que una sociedad
considera correctos y admirables. Emma está muy distante de ser lo que la
sociedad valora, y todavía más lejos de que esa sociedad le interese. Ella
lucha sola por experimentar la mayor cantidad de placer, dándole vuelta la cara
a todo aquello que pueda llegar a existir tras su muerte, rechazando la promesa
de vida eterna y la Iglesia, ya que nada le interesa más allá de lo que
experimente mientras viva. Es, en algunos análisis un prototipo de feminista
individualista (a veces mal llamada feminista egoísta) que logra ir contra la
moral de su época en la liberación de su cuerpo aunque irremediablemente será
aplastada por el patriarcado capitalista.
Flaubert no era un hombre sociable. La vista de sus
semejantes lo sumergía en ciénagas de tristeza, incluso lo dejaba corporalmente
enfermo. Sus amigos escritores, entre los que se contaban Zola, Daudet,
Turgueniev, tenían que andar blandito cuando le iban a hacer una crítica,
porque podía ponerse furioso y enfermarse. En sus famosas cartas (analizadas
por grandes literatos de la historia), a menudo lanzaba quejidos en contra de
la condición humana y era severamente crítico con las personas que lo rodeaban.
Así como a Madame Bovary, también a él lo aplastó el capitalismo. Vivió sus
últimos años encarnando el odio. La muerte o la incomprensión lo alejaron de
sus amistades. En 1872 perdió a su madre y su sobrina y pasó sus últimos años
bajo el cuidado de su sobrina Madame Commonville. Al final de sus días
incansablemente en una sátira de la futilidad del conocimiento humano y la
omnipresencia de la mediocridad que terminó hací finales de 1877. Después de
varios fracasos literarios, Flaubert falleció en 1880, a la edad de 58 años.
Murió de una hemorragia cerebral en Croisset, aunque algunos especialistas
consideran que murió de sífilis contraída en un viaje a Egipto en sus años de
trotamundos (en sus años 20’s). Fue enterrado en el panteón familiar del
cementerio de Ruan. Su obra trascendió la moral e impulso una nueva literatura.
La maldición de ser realista.